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Comunicar los ODS tras la crisis sanitaria

Punto de partida: De repente, solapas vacías

 

No sé si os habéis fijado, pero hay algo de las últimas comparecencias del Presidente del Gobierno, del Vice-Presidente y Ministr@s que me ha llamado la atención: sus solapas -que hasta ahora lucían casi siempre el logo de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)- estaban desnudas.

 

Lo sé, lo sé. Con la que está cayendo, da bastante pudor fijarse en ese detalle aparentemente nimio. Pero creo que es bastante significativo, y -como es un asunto que toca de cerca a mi actividad profesional- no he podido evitar reparar en ello en estos días de aislamiento y sobreinformación.

 

Hasta hace pocas semanas, se habían dado enormes avances -fruto de un inmenso esfuerzo colectivo por parte de Organismos internacionales, Instituciones de diversos niveles, asociaciones profesionales y sociedad civil- para extender el conocimiento general sobre los ODS y lograr una percepción positiva muy generalizada de la Agenda 2030 como nuevo paradigma para el cambio que el planeta, nuestras ciudades, barrios y comunidades necesitan. No era que los 17 ODS se entendieran o se presentaran como una solución mágica a los diversos problemas que afronta la humanidad, pero -al menos- había un consenso generalizado en que representan un código común, un diagnóstico y unos parámetros uniformes para tratar de resolverlos. El hecho de que esto se mostrara en las vestimentas de los responsables políticos de alto nivel no ere baladí: significaba que los ODS habían llegado a la Agenda política para -parecía- quedarse.

 

Sin embargo, en las últimas semanas parece que se ha perdido de un plumazo mucha parte del terreno ganado: los ODS pueden pasar a percibirse como algo lejano o «poco sustancial» y podemos encontrarnos con una percepción generalizada de «ahora que las cosas se ponen serias, no tenemos tiempo para estas cosas, hay otras prioridades«.

 

Por supuesto que las hay, y hoy por hoy tienen una preferencia absoluta. Pero no nos engañemos, porque nos jugamos mucho en el futuro próximo: la Agenda 2030 y los ODS han aportado y aportarán enfoques imprescindibles para aprender de nuestros errores y son indispensables en el escenario post-COVID19 para poder construir una sociedad más justa, más resiliente ante futuras crisis de cualquier índole.

 

Así pues, pongámonos manos a la obra, porque creo que esta discusión es importante: del mismo modo que los economistas están ocupados por los escenarios macroeconómicos del futuro inmediato y que los filósofos se ocupan de cómo afectarán estos días al devenir de nuestras sociedades, las organizaciones comprometidas con la Agenda 2030 debemos hacer un sólido esfuerzo comunicativo para cuando la actual crisis se atenúe o – ¡ojalá! – se apague. Como afirma este artículo publicado hoy en El País – o como están tratando de hacer en esta fantástica iniciativa  de la que acabo de tener conocimiento- hay que empezar a pensar en “el día después”.

 

A través de este artículo me gustaría aportar unos elementos de reflexión para encontrar las narrativas correctas que nos permitan no perder la inercia positiva ganada hasta ahora con respecto a los ODS. Trataré de aportar algunas claves, a lo mejor incompletas, seguramente un cúmulo de perogrulladas, pero ya habrá gente más experta que yo que pueda aportar, matizar, construir. ¿Os animáis?

 

Tres lecciones para unos días frenéticos

 

Estos días convulsos, en los que tod@s estamos ocupando el 120% de nuestros cerebros en lo básico (nuestra salud y la de nuestros seres queridos -especialmente nuestros mayores- nuestro sustento, nuestro futuro inmediato), están haciendo que el mundo pre-Coronavirus parezca cosa del pleistoceno. ¿Alguien recuerda aún cuáles eran nuestras prioridades de hace cosa de tres semanas? Es posible, pero en todo caso ahora seguro que nos parecen menores. Han sido barridas de la faz de la tierra.

 

Sin embargo, haríamos mal en olvidar tres posibles lecciones que la gestión de la actual crisis nos podría ofrecer, y que a mi juicio refuerzan la narrativa de la Agenda 2030 en el futuro: No dejar a nadie atrás, coherencia de políticas y la necesidad de alianzas.

 

a) «No dejar a nadie atrás«: Desde las primeras manifestaciones de la crisis, se ha insistido -con toda lógica- en que el foco debe ponerse en los colectivos más vulnerables (mayores, otras personas en colectivos de riesgo, etc.). Esto coincide plenamente con el leit motiv de los ODS: “leave no one behind”. No es descubrir la pólvora, evidentemente, pero esta crisis nos lo ha recordado con mucha crudeza. Y este será un mensaje que tanto a nivel Institucional como ciudadano deberemos hacer perdurar, porque los sectores vulnerables van a ser precisamente los que más van a sufrir las consecuencias de la inminente crisis económica post-pandemia. No podemos permitir que las oleadas de solidaridad que recorren actualmente las redes y los barrios se extingan. La Agenda 2030 nos ofrece metas concretas e indicadores pertinentes y robustos para afrontar eficazmente las desigualdades sociales y económicas a las que nos vamos a tener que enfrentar, poniendo el foco en los sectores más desfavorecidos. Conviene que las Instituciones, empresas y actores de la sociedad civil no pierdan estas herramientas de vista como referente para la acción futura. Y esta acción, para ser coordinada entre organizaciones y territorios diversos, debe conservar un enfoque ODS. Hay mucho trabajo hecho y no nos podemos permitir perderlo.

 

b) Coherencia de políticas: este ha sido desde siempre «el elefante en la habitación» en cualquier discusión sobre la Agenda 2030: la transversalidad y la necesidad de promover una consistencia en las decisiones tomadas desde las Instituciones. Pues bien, basta haber visto las comparecencias de Sánchez, Macron, Conte… para constatar que el primer acto reflejo de todos los Gobiernos (centralizaciones aparte, que ese es otro debate) ha sido coordinar al máximo las políticas principales entre los Ministerios. Es un procedimiento de gestión de crisis tan elemental como excepcional, pero creo que de ahí se pueden sacar lecciones bastante importantes de cara a aplicar la óptica ODS en las políticas del futuro. Funcionamos mejor si rompemos silos interministeriales e interdepartamentales. ¡Oh, sorpresa!  ¿Aprenderemos a hacerlo siempre?

Yendo un poco más allá, lo que también se ha visto muy claro -cual si fuera un emperador desnudo– ha sido lo absurdo de la incoherencia de políticas: esta crisis está poniendo de manifiesto que -por ejemplo- si tus políticas económicas maltratan sectores como la Sanidad, las consecuencias se pagan caras. Curso 1 de coherencia de actuaciones: haz todo lo necesario para proteger lo esencial. Otra lección para aprender para el medio-largo plazo.

 

…y, por último, pero no menos importante, c) Alianzas: No hace falta ser Sherlock Holmes para darse cuenta de que las virtudes de la acción conjunta Instituciones-Empresa-Sociedad civil / ciudadanía es una de las grandes lecciones que estamos aprendiendo. Ahora estamos viendo los ejemplos de empresas e ingenierías que se asocian para farbricar respiradores con impresoras 3D, o de asociaciones de voluntariado que arriman el hombro para, por ejemplo, hacerles la compra a las personas del barrio que viven solas. Este redescubrimiento de nuestra capacidad -de nuestra necesidad- de aliarnos para obtener un bien común es una lección poderosa. Otra enseñanza de presente y futuro: que el ODS 17 se inserte en nuestro ADN colectivo.

 

Estos elementos ponen de manifiesto que la visión ODS es y será un utensilio fundamental para el escenario postcrisis, y que puede servir a modo de «ensayo» para afrontar la otra gran crisis que tenemos y vamos a tener en el corto y medio plazo, que es el Cambio Climático. Ahí hay otra gran labor pedagógica que hay que llevar a cabo a nivel de administraciones y de ciudadanía.

 

Pero, en cualquier caso, creo que nos corresponde a los profesionales involucrados en los ODS poner un esfuerzo especial en que -más allá de pines visibles o ausentes- la Agenda 2030 se entienda no sólo como una herramienta de futuro para estrategias desde cualquier ámbito, sino también como una herramienta de presente basada en las lecciones aprendidas de la crisis.

 

Cuando esto pase, que pasará, no se va a tratar de decir «los ODS aún tienen sentido», sino de convencer de que «a través de los ODS vamos a ser capaces de hacerlo mejor». A por ello.